Autoficción 56: Te sientes como si después de un incendio, no te puedes negar a revisar las cenizas

Esa fue la vida que te tocó vivir en esos años, Cristián, en los 80, y esas fueron las vidas alrededor tuyo, en tu entorno, las que muestran las cartas y con los cuales a veces compartiste. Has estado bien acompañado por mucho tiempo, pero de tus propias taras y felicidades. A lo mejor escribes como los que escriben bien o escriben mal, imitando a los famosos o los desconocidos, pero más que nada lo haces para combatir ese virus, la enfermedad, el susto de que a lo mejor lo perderás todo, incluso la memoria. ¿Será por eso que la memoria y los recuerdos te interesan tanto? ¿O serán los años, el último tercio que te va quedando? ¿Será la realización de percibir más años mirando hacia atrás que hacia adelante?

Te ‘añejas’ y te acompañas con esa urgencia por contar, y caminas por las calles acumulando papelitos en los bolsillos donde anotas frases sueltas, nombres, expresiones que se te pueden olvidar. Todo muy inútil, por cierto, pero sientes que todo eso te ayuda. Pilar, tu esposa, se preocupa, encuentra que todo eso que escribes es demasiado personal y no lee nada. A ti te afecta menos, te imaginas muerto, terminado y donde ya nada es importante (un poco como te enseñó tu amigo Ignacio Carrión). Este texto, por ejemplo, lo escribiste en el reverso de una boleta de Federal Express, por un saco de dormir que te pidió tu hija, Camila, que ahora vive en Seattle. ¿Qué pensará ella de ti en treinta años más?

Te sientes como si después de una fiesta o un incendio no te puedes negar a revisar las cenizas, o los sándwiches a medio consumir, o las botellas vacías, o las servilletas manchadas con labios pintados. Te interesas por averiguar quiénes fueron los que asistieron a esa fiesta, quieres conocerlos, recordarlos, quieres saber cómo usaron esas servilletas. Escuchas al incomparable Chubby Checker, que canta Dancing Party, por ejemplo, y te imaginas una celebración a la que no asististe; o acudes, pero a destiempo, desde Michigan, ahora, en este verano de Michigan y cuando todo ha concluido. Estas cartas son así, son un poco de todo eso y algo más, pero bien revuelto.

De manera que aquí continúas con tus cenizas, con tus servilletas manchadas con labios pintados, o con tus sándwiches a medio consumir. Imaginas que sería lindo si al ser leídas por alguien que no estuvo ahí, que nada supo de todo eso, al menos logre ver como emerge -por breves segundos- algo desde esos residuos, y vislumbre un asomo de esas vidas, alcance a palpar sus sustos, sus desesperanzas y quiebres.

Aquí tu madre te escribe apurada desde el aeropuerto de Santiago, en Chile. Es una carta sin una fecha precisa, pero la escribió antes de que tu hermano partiera hacia Canadá. Están en el aeropuerto porque alguien viaja, parece que Hernán, el padre de Pilar, tu esposa. Y desde ese café bullicioso, donde muchos se encuentran y despiden y lloran y se abrazan, te habla de su hermano menor, tu tío Cucho, que llegó a Santiago desde La Serena a enfrentar su divorcio, o a escapar de su divorcio:

 

“….anoche sorpresivamente llegó Cucho, así es que le pusimos un colchón en la pieza del fondo. Ninguno de sus hijos le dio un lugar para pasar la noche. Benko, el abogado de Indisa, lo asesorará porque su segunda mujer se ha quedado con todo lo que han reunido durante el matrimonio. Ahora Cucho está mal físicamente, y algo desmemoriado. Hay que cuidar de él y no dejarlo botado….”

 

Ese mismo tío Cucho le escribió un poema a tu hermano, Gonzalo, en esos años. Una burbujita de tiempo que se conservó gracias a su poema. Apenas recuerdas las circunstancias, estaban en el sur, eso crees, cuando Gonzalo se pinchó un dedo con un anzuelo al salir de pesca; la última y única vez que lo hizo (Fabulando en La Serena, Raúl Correa, Vicuña, 1980):

 

Con atuendo y buena caña

un día muy de mañana

Gonzalo salió a pescar

 

Lo pensó una y mil veces

si picarían los peces

en aguas de aquel lugar

 

Decidido al fin al lance

clavose, triste percance,

un anzuelo en el pulgar.

 

Si dudas de tu actuación

el dedo o el corazón

pudiéraste tu clavar

 

 

Te cuenta también, que vendieron un departamento, y que ese dinero lo utilizarían para ayudar a tu hermano menor, Álvaro, el ‘Plito’, con su nueva empresa constructora. ¿Cuántos departamentos llegaron a tener tus padres? Ya ni lo recuerdas:

 

“….vendimos el departamento de Huérfanos con Ahumada en menos de su valor. $5.000.000 Quedarán líquidos $4.300.000 para Álvaro y así podrá construir sin sobresaltos….”

 

Como mencionabas en autoficciones anteriores (53), tu hermano Gonzalo finalmente partía hacia Canadá, pero no sin bofetones previos, disputas, quitadas de saludo, porque tus padres se oponían fuertemente. Al final partió, pero sin la ayuda económica de tus padres:

 

“….Anita (esposa de mi hermano Gonzalo) está furiosa repentinamente desde que supo que le daríamos $ a Álvaro y ellos se van a Canadá con lo que han ahorrado solamente (6 a 8 mil dólares, creo)….”

 

Anita se los hace notar y lanza la primera piedra:

 

“……no entiendo, estuvo Anita dos veces muy amistosa, y de repente en su casa no me saludó al llegar …..así es que nos fuimos….”

 

La respuesta de tu padre no se hizo esperar:

 

“…..¡Por eso, Juan les quitó el auto!…”

 

Y los padres de Anita también salen al ruedo; sin invitación y casi sin ropas, simplemente le llegó un palo sin que se enteraran de donde les caía:

 

“….dice (Anita) que yo no debería haberle dicho a su mamá que nosotros no les ayudaríamos por segunda vez, y que ya habíamos gastado 37 mil dólares en el año que estuvieron en EE.UU (y Juan estaba al lado dictándome lo que les dijera a los Kuschel)…..”

 

Según tus padres era importante enfatizar que, de ellos, no recibirían ninguna ayuda económica:

 

“….que sepan en Frutillar que si se van, se las deben arreglar con ayuda de ellos, no la nuestra….”

 

 

Al final tu hermano Gonzalo, partió acompañado solamente de su familia y unas pocas maletas. Nadie de la familia lo acompañó. El chofer de la UNICEF, de buena persona simplemente los llevó al aeropuerto. ¿Qué habrá pensado? Todo ocurrió rápido, automático, y Gonzalo resultó como expulsado de la familia. Parece que Álvaro, tu hermano menor, desafió las ordenes de tus padres, y llegó apurado a darle un último abrazo. Así fue como tu hermano emigró hacia Canadá para buscar nuevos horizontes, nuevos amigos y oportunidades; fue un quiebre parecido a un divorcio, a una separación violenta. Aquí van las cenizas. Aquí llegan la fiesta y los incendios, y los sándwiches a medio consumir junto a las servilletas manchadas con rouge:

 

 

Cristián amor

 Estamos con Pilar (madre de tu esposa) en el aeropuerto. Te escribo mientras esperamos tomándonos un cafecito y Hernán (padre de tu esposa) hace la cola con las maletas.

 Para qué te cuento en detalles estos últimos meses…..

 Anoche sorpresivamente llegó Cucho (su hermano menor), así es que le pusimos un colchón en la pieza del fondo. Ninguno de sus hijos le dio un lugar para pasar la noche. Benko, el abogado de Indisa, lo asesorará porque su segunda mujer se ha quedado con todo lo que han reunido durante el matrimonio. Ahora Cucho está mal físicamente, y algo desmemoriado. Hay que cuidar de él y no dejarlo botado.

 Ayer almorcé con Gonzalo en un simpático restorán. Está entre feliz y asustado.

 Vendimos el departamento de Huérfanos con Ahumada en menos de su valor. $5.000.000. Quedarán líquidos $4.300.000 para Álvaro y así podrá construir sin sobresaltos. De Septiembre a Diciembre trataré de vender Algarrobo para darle a Mónica otros $4.500.000 y comprar un departamento en Providencia para nuestra vejez. Lo que nunca quiero vender es la casa en que vivimos. Nos gusta el espacio y no siento a la empleada.

 Anita está furiosa repentinamente desde que supo que le daríamos $ a Álvaro y ellos se van a Canadá con lo que han ahorrado solamente (6 a 8 mil dólares, creo). Dice que yo no debería haberle dicho a su mamá que nosotros no les ayudaríamos por segunda vez, y que ya habíamos gastado 37 mil dólares en el año que estuvieron en EE.UU (y Juan estaba al lado dictándome lo que les dijera a los Kuschel).

 No entiendo, estuvo Anita dos veces muy amistosa, y de repente en su casa no me saludó al llegar…. así es que nos fuimos. ¡Por eso, Juan les quitó el auto!

 En fin, Cristiancito, este es un mundillo del que prefiero hacer mutis…y que sepan en Frutillar que si se van, se las deben arreglar con ayuda de ellos, no la nuestra.

 Si Gonzalo fuera sano y Anita ordenada en sus gastos, estaría feliz que hicieran su vida como quisieran. Tengo terror a que se vuelvan a endeudar. Además encuentro que Gonzalito se inventa una realidad propia…no coincide con la general que vemos los vulgares seres humanos.

 En fin, tengo que endurecerme para no hacer otro cáncer. Por eso Juan me trajo de sorpresa el pasaje a Europa.

 Cristiancito, dale a Pilar la pulsera de oro en recuerdo mío.

 Y te estaré escribiendo desde Europa. Puedes hacerlo a American Express, Palma de Mallorca, Islas Baleares, España. Salgo a París el 6 de Junio, a España el 20 de Junio y a Cleveland el 21 de Julio.

 Te quiero mucho, como tu querrás a Camila, ya lo sabrás.

 Ximena

 

 

Y por último otra carta de tu madre, pero esta vez más liviana. Ya estaba de viaje:

 

Palma, Martes, día en que había carta tuya en American Express. Julio 1988

 Cristiancito amor

 ¡Qué rico leerte! ¿Cuando tendré foto de Camila (tu hija recién nacida)? Anoche dormí feliz por haber hablado contigo.

 Le compré una muñeca (parecida a Pilar) para Camila. La próxima semana, en Galerías, me tendrán el libro de Cortázar. Recorrí antes varias otras y ya no estaba. Mi hotel en Madrid está a unos pasos de la librería más grande de la ciudad. Dime que otros libros te gustaría tener. Escríbeme al hotel Galaico (Gran Via 15 5º piso D, fono 5214668, pero no hay fono en la pieza. Llego el 17 de Julio).

 He extrañado tanto, tanto, a tu papá y a todos mis hijos.

 Con amor a ti, Pilar y Camila

 Ximena

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