Aeropuerto

Para mí los viajes siempre han sido los aeropuertos. Antes había viajado en auto, buses, bicicleta, pero los aeropuertos se me han quedado como un mundo aparte, donde nos calzamos nuestros mejores disfraces y farsanteamos, o donde los escondemos para mostrarnos de manera más auténtica. Al esperar un avión muchas decisiones, sustos, amarguras quedan suspendidas en el aire, y uno llega a sentir muchas cosas en común con un extraño. No es raro que al conversar con un vecino, ya sentados en la cabina del avión, uno se censura menos y cuenta más, cómo me ocurrió en ese avión que despegaba de Washington al JFK de Nueva York. El compañero que me tocó de vecino, Mark, se veía joven y entusiasta, podría haber sido mi hijo, y sin que yo le preguntara nada me contó que se iba a enlistar para trabajar en el ejercito; quería explorar el mundo, conocerlo, “todavía tengo tanto que aprender, por conocer”, me dijo con felicidad en su rostro. Su novia, Moly, estaba de acuerdo y habían hecho un pacto, ella lo esperaría para casarse, y me lo contó seguro, convencido. Venía de Iredell, un pueblo chico en Texas, donde nadie de su familia había viajado jamás. Por generaciones habían vivido en el mismo sitio, me contó. El ejercito la abría una posibilidad.

Cuando aterrizó el avión nos enteramos del recrudecimiento de la guerra por las pantallas de televisión adosadas a los muros del pasillo; las tropas en Afganistán aumentarían su número, llegarían a cien mil, anunciaba CNN. Eso ya lo sabía, me contó, Mark, apesadumbrado, pero ahora se notaba nervioso, se veía tenso. Por los parlantes anunciaban vuelos hacia Ámsterdam, Madrid, Detroit. Y sin que yo tratara de despedirme, en medio de todo ese bullicio, ese desorden, en medio de ese aeropuerto impersonal, abrió su billetera para mostrarme la foto de su novia. No había terminado de apreciar la foto, donde ella se veía sonriente en una fiesta de graduación al terminar las secundarias, cuando repentinamente me dio la espalda y partió corriendo para tomar el vuelo que lo llevaría al extranjero.

Nunca más le vi la cara….pero siempre recuerdo la foto de Moly, veo la billetera abierta de Mark sobre su mano izquierda, y su rostro de felicidad cuando me dijo que quería conocerlo todo.

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