Luca, el gato hondureño de nuestra hija Camila, me acompaña mientras escribo esta notita.
En esos años –Máximo hijo o junior- era un joven alegre, juguetón y recién casado que junto a todos sus hermanos y hermanas –nueve en total-a veces iban a pasar unos días a nuestra casa de Algarrobo, en la playa. Escaseaba el dinero pero ellos vivían felices y achoclonados, se reían y bromeaban cuando nos sentábamos a la mesa durante las horas de comida. Su padre, Máximo Pacheco, había sido ministro de educación en el gobierno de Eduardo Frei Montalva en los años 60. En los 90, cuando iba a nuestra casa, estábamos en la época de Pinochet y él simplemente sobrevivía –me imagino que con un salario bien estrecho- como profesor en la Escuela de Derecho, en la U de Chile. Tenía un fuerte espíritu de educador. Recuerdo un día en especial, cuando llegó temprano a nuestra casa de Santiago y mientras esta se llenaba de humo –nuestra chimenea nunca funcionó, siempre habían cosas más importantes que hacer o que arreglar- me empezó a recomendar Films de importancia que me podrían servir y educar. Recuerdo que a nuestra casa de Algarrobo nunca fue, ahí largaba a su inmensa tribu mientras él con su señora se quedaban en Santiago tomando unas verdaderas vacaciones. Recuerdo a uno de los hermanos menores de Máximo junior, y las bromas que hacía cuando durante las noches estrelladas de Algarrobo, se acurrucaba afuera del cuarto de su hermano mayor para ver si lograba escuchar algún quejido que brotara del amor. Recuerdo que al escuchar esas bromas en la mesa mi imaginación simplemente reventaba. Años después, en una visita a Chile, recuerdo que caminando por la playa de Algarrobo divisé al hermano menor y nos saludamos. Bromeaba menos, se veía serio, pero parecía tener un gran futuro. Desgraciadamente a los pocos años me enteré que se había suicidado largándose al vacío desde un edificio alto y largo.
Y siguen pasando los años y ahora me entero que Máximo junior está de ministro de energía en el gabinete del nuevo gobierno de Michelle Bachelet. Y las noticias también cuentan que ahora es millonario, y que tiene un patrimonio acumulado de más de 20 millones de dólares. En todas partes del mundo la política ha cambiado. Pareciera que ahora hay que tener dinero, y mucho, para inmiscuirse en el servicio público. Años antes era distinto, y participar en política era prácticamente un apostolado donde muchas veces los presidentes, al terminar su mandato, como Alessandri o Frei, volvían a la misma casita que tenían antes. Nostálgicamente miro hacia el pasado y me gusta recordar a Bernardo Leighton, -el “hermano” Bernardo, como le decían- otro ex ministro de Eduardo Frei Montalva, que cuando asumió el primer gobierno democrático, en los 90, entre sus amigos le regalaron anónimamente un flamante terno oscuro para que se viera bien en las celebraciones iniciales del nuevo gobierno.
Miro hacia el pasado y lo prefiero. Tengo la impresión –y aquí puedo equivocarme- que Máximo junior no tiene la menor idea, no conoce nada de energías alternativas, a lo sumo conoce que la energía “solar” viene del “sol”, pero no conoce nada más. Y lo triste es que quizás eso sea suficiente. Vivimos en una época donde lo importante son las percepciones, la imagen, los brillos. Por eso me quedo con esas risas en la casa de la playa, donde las imágenes nos importaban un carajo.
A veces, cuando vuelvo de visita a Santiago de Chile, camino por la capital, veo las tremendas construcciones del progreso y me pregunto por el edificio que escogió, ¿cuan alto era?, ¿le costaría entrar?, ¿lo visitó varias veces?, ¿cuantas veces se asomó?…. ¿tuvo susto?
Abril 12, 2014