Estábamos descansando a la orilla del camino, frente al paisaje majestuoso que nos ofrecía el Cañón del Colorado, cuando sorpresivamente nos llegó compañía. Nos habíamos bajado del auto para estirar las piernas, queríamos caminar un poco porque pronto teníamos que seguir camino al norte –¡vacaciones!- cuando Camila, chiquitita y entusiasmada, salió corriendo y apuntó con sus dedos hacia un horizonte de colores invitando a ese extraño, un tipo ya maduro y solo, que recién se había bajado de su auto, a que mirara. El tipo le hizo caso y de inmediato, sin mirarnos a nosotros, ignorándonos completamente, le respondió como si ella fuese la personita más importante del universo en ese instante: “yes, yes little angel, yes” (sí, sí, angelito, sí). Siempre me acuerdo de esa imagen, de la arcilla amarilla, de la brisa, el sol, las grandes cumbres rojas, y ese extraño que por breves segundos entabló una comunicación secreta con Camila, nuestra pequeña hija que estaba entusiasmada.
Recuerdo que cuando el desconocido subió a su auto y partió, me quedé pensando que algo parecido tendría que ocurrirme en el futuro, un momento mágico, era asunto de esperar y estar alerta. En unos años más me llegaría el turno a mí, pensé, me bajaría de un auto como lo había hecho ese desconocido, a la rápida, mientras alguien, un niño muy pequeño, o una niña como Camila en ese entonces, me invitaría a conocer otro paisaje. Y yo le contestaría de la misma manera, pensé: “yes, yes, little angel, yes”, como encontrando una llave maestra, terminando un puzzle, encontrándo un sentido mientras entre la bruma de los recuerdos volvería a ver a Camila de cortos años, a Sofía y todo ese paisaje. Pero han pasado los meses y los años demasiado rápidos y nada de eso me ha ocurrido…. (las esperanzas no se pierden). Imagino que no he sabido estar atento, que a lo mejor esa oportunidad me llegó pero no supe atajarla entre mis manos, fui lento, torpe, quizás muy ocupado y no lo supe hacer …..…. la verdad es que así me muevo.
A lo mejor en pocos años más, cuando me empiecen a cojear las esperanzas, me daré definitivamente cuenta que no me la pude, simplemente no logré ganarle al puzzle.