Creo que el problema con algunos escritores conocidos es que se les nota demasiado cuando le están escribiendo al jefe, al contrato, al marketing. Muchas veces han perdido la libertad y se les nota, se les nota esa falta de compromiso con la escritura y nada más; tienen que vivir de algo y por eso escriben, pero con un lenguaje florido y distorsionado, donde en lugar de contar algo en un simple párrafo, nos mandan a leer tres páginas que al final dicen lo mismo. A lo mejor ese es el precio que se paga al profesionalizarse demasiado.
Me gusta Tim O’Brien, por ejemplo. Escribió sus libros sobre la guerra de Vietnam, y tengo la impresión que él mismo se convenció que ya nos había contado todo y simplemente se chantó. Lo mismo creo que ocurrió con el cuentista Raymond Carver, donde una vez que se hizo conocido por sus relatos breves, lo empujaron fuertemente a que escribiera una novela larga, pero que a él le resultaba ajena y no la pudo “producir”, no le resultó. Algo parecido ocurrió con María Luisa Bombal y Juan Rulfo. Aunque Pilar Serrano, la señora de José Donoso, en una asoleada tarde de domingo, en Santiago de Chile, me contó que eso le ocurrió al pobre Rulfo por alcohólico.
Son muchos los que escriben bien. Aquí va un bello texto de mi amigo Juan Pablo Molestina que me llegó de manera especial al mostrarme, al sacudirme frente a mis ojos, ese filtro que todavía a veces me acompaña. Me encanta cuando descubro textos como estos, aparentemente simples pero sin embargo bien profundos, espontáneos, y donde el que escribe trata de contar lo que siente con emoción, simplicidad y verdad:
Creo que es bonito sentir que en esos temas que tú describes de tu familia hay también algo de la familia de cada uno. Es un tema que obviamente es muy importante para los que vivimos en otra cultura de la cual en que crecimos. La familia de la niñez es como la piedra ‘Rosetta‘ de nuestro presente entendimiento, no lo digo con dogmatismo freudiano, sino por pura lógica, así entramos al mundo y formamos categorías, ¿no? Me encanta por ejemplo en tu relato la diferencia del trato en tu familia entre la tía de lado de tu papá (¿pobre?) y el parentesco de tu mamá (¿ex-ricos?), y la sutileza con la que tu papá se revancha desmontando a su suegro (las aceitunas, muy divertido). ¿No te has sorprendido nunca pensando también con ese absurdo filtro con el que crecimos? Mientras más cosmopolita el entorno, como el de la universidad, más absurdo y dañino parece ese prejuicio. Casi es síntoma de algún complejo contagioso que pretende salvar algo que no existe y que a lo mejor no existió nunca, o no así. Hace un tiempo volví al Ecuador de visita, y armado con la distancia de décadas, me sorprendió como arquitecto lo bien vestida y guapa que era sobre todo la gente‚ ‘de a pie‘, y me acordé que crecí con ese filtro que me dificultaba verlo. La presencia india, algo aborrecible en mi percepción de niño, llena de malos dientes, mal aliento, mal gusto, colores chillones, olorosa, es al final lo más singular y hermoso que tiene el diseño de mi país, y lo ‘moderno‘, lo europeo/americano suele ser más bien de pacotilla. Tuvieron que pasar muchos años antes de que yo lo pudiera ver, yo creo que esa ceguera me ha descolocado mucho en mi formación.
La melancolía que acompaña a veces tus relatos es algo que sí es real y que para mí es interesante intentar entender, y tú me ayudas. Creo que es el tema de una generación, puede que nosotros lo vivamos en el sentido geográfico, pero para muchos ahora el cambio cultural que ocurre es tan rápido que hay poca relación entre el mundo de la niñez y el de la adultez, como si se viajara a través de culturas distintas a través del tiempo, sin avión. Por eso creo que tu relato va mas allá de lo entretenido que es copuchear sobre gente que a uno le parece conocida, y sí trata de algo que es parte de la conciencia de cada uno de nosotros, incluso de los que siguen viviendo en el mismo lugar, como nuestros queridos compañeros de colegio.
….. y lo dejamos hasta aquí; no le sobra ni le falta ni una sola coma, ¿cierto?, ni una sola palabra. Me gusta también el ritmo de sus frases, casi se lo puede leer cantando, o volando sobre el tejado de las muchas casas diseñadas por Juan Pablo.