Aurora Bernárdez y el gran Julio

Noviembre 8 14

 La tumba de Julio Cortázar en el cementerio de Montparnasse, en París
Que pena que muriera, a los 94 años, la primera esposa de Julio Cortázar, Aurora Bernárdez, que se hizo también su propio y prestigioso nicho profesional no como la primera mujer de Cortázar sino que como una gran traductora. No sé cómo lo hizo el tal Julio para que su primera mujer lo quisiera tanto, porque después de Aurora, tuvo a otra mujer y después a Carol Dunlop, una escritora que falleció el año 82, muy joven y poco antes que él. Cuentan que cuando murió Carol –parece que de SIDA, el mismo que poco después mató a Cortázar- Aurora lo cuidó y lo acompañó en su lecho de muerte. Recuerdo que le escuché eso del SIDA a la señora de José Donoso, Pilar Donoso, en el jardín de su casa, en Santiago de Chile por ahí por el año 92. Según ella, Cortázar se habría contagiado en uno de sus tantos viajes a Nicaragua. Pero leyendo las cartas póstumas de Cortázar que se han publicado después (gracias a los esfuerzos de Aurora), no creo que eso haya ocurrido así. Lo más probable –y aquí estoy elucubrando- es que Cortázar se contagió de SIDA después de las enormes transfusiones de sangre que le hicieron por una hemorragia debido a una úlcera que sufrió en Francia (eso es lo que dice también la escritora Uruguaya, Cristina Pier Rossi). Como cuenta él en sus cartas, las úlceras le florecieron por su gran afición a las aspirinas que a veces consumía en abundancia. Ese día –el de la hemorragia- fue Carol quien lo encontró tumbado y casi agónico en el suelo de la cocina, en su casa de veraneo en el sur de Francia. Al final los dos se enfermaron –y aquí sigo elucubrando- es decir él la contagió, aunque fue ella la que murió primero, como un año antes que él. Antes de fallecer, los dos ya enfermos y sufriendo de fatigas persistentes (eso se nota claramente en sus cartas) escribieron un libro juntos, “Los Cosmonautas de la Cosmopista”, que él se encargaría de terminar poco después de que ella muriera.
Cuando fuimos a París hace ya varios años recuerdo que recorrimos el cementerio donde están los dos enterrados, uno al lado del otro. Encima, sobre la losa de piedra, descubrimos con sorpresa que mucha gente le deja poemas y notas como recuerdo o un pequeño homenaje. Nos quedamos un rato intruseándolos y leyéndolos antes de seguir con la caminata reconociendo a otros ilustres personajes. Camila y Sofía no podían creer que estuviéramos recorriendo un cementerio en el mismísimo París; pero no éramos los únicos, son muchos los visitantes que lo van a saludar aunque ya esté muerto.
La compañía de Aurora parece una linda historia de amor, mezclada con malos entendidos y desencuentros –se separaron-, pero finalmente y de todas maneras, una historia donde parece que ese amor original los encuentra y los une hasta el fin. Después, con el transcurso del tiempo, fue ella, como heredera única de la obra de Cortázar, la que siguió publicándole papelitos, postales, relatos, encontrados debajo de una cama, en un escritorio, y recientemente el último libro que me traje de Chile, y que viene con recortes de diarios, fotos, etc., “Cortázar de la A a la Z”. Es como un libro almanaque que se puede abrir en cualquier página para leer un rato.
Y aquí termino esta nota dominguera, en la librería Barnes & Noble, no muy lejos de la casa y con una nueva cosecha. Un libro de un inmigrante ruso (Dmitry Samarov, A Hack Memoir), un taxista, que acaba de publicar una memoria sobre su trabajo de taxista que comenzó cuando tenía 23 años en Boston y que termina cuando ya tiene 41, y trabajando en Chicago. El libro tiene incluso los propios dibujos del autor creados en sus distintas esperas en aeropuertos, estaciones de trenes, hoteles. Cuenta anécdotas sobre los distintos pasajeros que le han tocado. Me imagino que será interesante porque me parece que el tipo escribió el libro de puras ganas, de sus grandes deseos de contarse, de explicarse a si mismo, y a lo mejor, gracias a eso, gracias a la palabra escrita, levantarse por sobre ese mundillo de viajeros y trabajo extenuante para darle otro sentido a su propia vida…… ¡A lo mejor a Cortázar le habría gustado!
Noviembre 8 14

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